Todos los medios de comunicación se están haciendo eco estos días de la grave crisis que están atravesando los embalses peninsulares.
Con la sequía de telón de fondo, las imágenes de pantanos
resecos y otros, con su capacidad disminuida a cotas alarmantes, inundan nuestras
retinas.
RTVE publicaba que los embalses han perdido otros 589
hectómetros cúbicos en la última semana, bajando hasta encontrarse al 36,9% de
su capacidad. Más de tres cuartas partes de este descenso se ha producido en la
reserva de agua para consumo humano y agrícola, que ya ha caído por debajo del
33%.
Sin embargo, el discurso oficial obvia lo principal: la
sequía es una cuestión meteorológica, es decir, de lluvias. pero la escasez de
agua es una cuestión hidrológica y tiene en cuenta varios indicadores, entre
ellos, el volumen de los embalses y la gestión de los mismos. Y esta gestión es
la que prioriza unos usos sobre los otros a la vez que permite que cada vez sea
menor la capacidad de los embalses debido a la colmatación de los sedimentos en
los mismos.
La cuenca del Guadalquivir, por ejemplo, atraviesa una
“sequía excepcional” desde el pasado 2 de noviembre. Así lo considera la propia
Confederación Hidrográfica. Entonces, ¿eso significa que hay problemas de
lluvias? No, lo que hay es un problema de sobreexplotación de los recursos
hídricos y de pérdida de capacidad de almacenaje (118 hectómetros cúbicos perdidos
sobre una capacidad inicial de 772 H3). Por lo que respecta a nuestra cuenca
hidrográfica, la del Júcar, la pérdida es de 293 hm3 respecto a una capacidad
inicial de 3.3349 hm3.
“Es un problema muy complejo, social, político y económico.
No han sido capaces de controlar las demandas, y estamos con unas demandas
sobredimensionadas que provocan que, en un contexto de ausencia de sequía
prolongada, haya una escasez generalizada”, incide el catedrático Leandro del
Moral, de la U. de Sevilla. En la misma línea, Julia Martínez (bióloga y
directora técnica de la Fundación Nueva Cultura del Agua (FNCA)) subraya que
los problemas actuales son debidos a un exceso de demanda, no a que haya menos
lluvias.
Nosotros publicábamos hace unos años las tasas de
colmatación de los pantanos españoles, lo que nos daba una idea bastante exacta
del volumen de los sedimentos que no podían llegar a las playas.
Según datos publicados en el Libro Blanco del Agua en España
(2.000) el volumen total de almacenamiento asciende a 56.000 hm3.
Hasta el momento en España se ha evaluado la pérdida de
capacidad por sedimentación de algo más de un centenar de embalses cuyas
cuencas aportadoras suman 220.200 km2 lo que supone aproximadamente el 45% del
área total del país (505.956 km) ( Es el Agua (2016).
Sobre un total de 51.653 hm3 y según una estimación del año
2.003 se habrían perdido 4.335 hm3, y según la previsión de 2.025 se habrían
perdido 6.385 hm3 por acumulación de sedimentos. Es decir, que en 22 años el
volumen acumulado se sedimentos sería de 2.050 hm3, lo que supone una tasa de
aterramiento de 93 hm3/año. Y para el periodo 2.025 -2.050, como según la
previsión de 2.050 se habría perdido un volumen de 8.843 hm3, el volumen de
sedimentos acumulado en esos 25 años sería 2.458 hm3, es decir una tasa de
aterramiento de 98 hm3/año.
Obsérvese como según las previsiones, el volumen de
retención de sedimentos se duplicará para 2.050, con respecto al volumen de
sedimentos estimado en 2.003, es decir, en 47 años.
Por eso pedimos que una urgente reforma de la Ley de Costas
tenga en cuenta estos datos y obligue, por ley, a liberar estos sedimentos a
los colectores fluviales para que estos los lleven a las playas.
Y que mientras tanto, se paralicen los deslindes del Dominio público Marítimo terrestre y se regeneren con arenas procedentes de
la plataforma continental todas aquellas playas regresivas.
Créditos: https://www.lamarea.com/2022/08/12/el-dilema-de-los-embalses-ante-la-sequia/
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